lunes, 23 de febrero de 2009

Crisis

Hace ya muchos meses que comenzamos a oír hablar de esta crisis como un fantasma que produciría unos efectos impredecibles. La situación es delicada y algunas de estas consecuencias ya han llegado, las tenemos hoy aquí. Muchos piensan que esta coyuntura no es más que el resultado de una falta grave de confianza en el sistema a la que contribuyen los medios de comunicación.

España es un país al que creímos económicamente estable y poderoso. Aquella estigma que nos marcaba desde que saliéramos del franquismo hasta bien entrados los años 80 de ser un país pobre, rural y atrasado creíamos haberla superado. Vinieron años de bonanza, de capitalismo, de globalización, pero la codicia es uno de los pecados capitales que a los humanos más asequible y legítimo nos parece.

Y todos comenzamos a consumir, a comprar por encima de nuestras posibilidades, a desear aquello que 20 años atrás ni siquiera imaginábamos. Gastábamos lo que teníamos, lo que preveíamos que tendríamos gracias al “invento nómina" e incluso lo que no teníamos.

Construimos una sociedad irreal, basada en la mentira. Hoy todo ello comienza a hundirse, a resquebrajarse como unos cimientos implantados en tierras cenagosas y nos vemos ante la verdad: España ha mejorado mucho desde aquellos años de autarquía económica en la dictadura, pero seguimos siendo uno de los países más vulnerables de la Unión Europea.

Según los vaticinios de los más expertos, lo peor de esta crisis aún está por llegar. En 2009 estamos tocando fondo y seguramente 2010 sea catastrófico, pero con suerte quizá vislumbremos algo de esperanza para el 2011. En cualquier caso esperemos que nadie se vea abocado a tan dramático final como el que escogió Juan Luís. Agarrémonos fuerte a lo que podamos para salvar la tormenta esperando a que escampe el temporal y que Dios nos pille confesados.

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