Ayer Marc y yo dábamos un paseo por Plaza España y el Paseo María Cristina de Barcelona, acabamos en los Interiores del recinto del Teatre Lliure. Es un rincón de la ciudad que recomiendo encarecidamente por la belleza, paz y magnificencia que transmite. Entonces... descubrimos la perrocialización.
Había más gente en esa plaza que había salido a dar un paseo nocturno al igual que nosotros pero iban solos y con su perro, al final se iban juntando todos en un espacio concreto; mientras sus perros jugaban y correteaban, ellos aprovechaban el espacio y el momento para compartir una conversación, unas risas y un momento de distención después de una probable dura jornada laboral.
Y de eso me habló Marc, de todos los barrios en los que había vivido a lo largo de su vida y de todas las ocasiones en las que habías tenido oportunidad de observar este hecho: vecinos que salen a pasear sus mascotas, gente que probablemente vive sóla, que son de otras partes y confluyen en la gran ciudad y encuentran en esa rutina de cuidado y amor a sus perros un espacio personal donde conocen a otros vecinos, intercambian palabras, historias, experiencias y se produce la magia del ser humano conviviendo en sociedad.
A pesar de que nuestras ciudades parecen estar cada vez más deshumanizadas, tuvieron que ser los animales, nuestras mascotas, las que nos perrocializaran...
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