Cuando yo era pequeño devoraba libros sin parar porque aquellos tomos contenían todas las fantásticas y maravillosas aventuras que yo tan sólo podia permitirme imaginar. Eran ventanas abiertas a mundos muy lejanos de las cuatro paredes de mi cuarto.
Entonces empecé a soñar, empecé a creer en cosas que jamás había visto, aprendí que las personas somos libres y no somos (ni debemos ser) todas iguales, entendí que siempre hay una virtud que reconocer en los demás y un defecto que nos debemos esforzar por mejorar cada día. Tuve la certeza que sólo existe la felicidad en el interior de cada uno de nosotros, y sólo ahí debemos buscarla.
Hoy, a las puertas de mis 27 años echo la vista atrás y sigo sintiendo aquel niño muy vivo dentro de mi, cada vez me siento más cerca de él y estoy orgulloso de su valentíA y de todo lo que me enseñó. Él pudo ser uno más, pero prefirió ser él mismo para llevarme por caminos a veces más idílicos, a veces más turtuosos pero siempre verdaderos. En esa verdad que llevo como única mochila por la vida reposan mi felicidad y mi fortaleza.
Cuando deje de soñar babrá muerto el niño que llevo dentro y entonces... ¿Qué más sentido tendrá la vida si he matado al que me trajo hasta aquí?
Feliz fin de semana
viernes, 15 de junio de 2012
viernes, 25 de mayo de 2012
San Cosme
Hace dos años y varios meses que llegué a San Cosme. Es el barrio donde está el Centro Abierto en el que trabajo y es un barrio particular. En realidad todos los barrios son particulares y tienen sus caracterícticas especiales, pero San Cosme es diferente, es especial.
Una de las cosas que más me llama la atención es el contraste que puede llegar a haber entre el barrio y Barcelona, separados por apenas 15 minutos en mi moto, por no hablar entre el barrio y el aeropuerto, a 5 minutos en BUS. Es curioso percatarse de lo difícil que sería para cualquier habitante del barrio viajar en avión mientras el segundo aeropuerto más importante de España se encuentra a 5 minutos de sus casas. A veces lo he pensado, reflexionando sobre lo que supondría para muchos de ellos tomar un avión, viajar a otra ciudad o a otro país, facturar la maleta, embarcar, atender a las instrucciones de seguridad de la azafata, guardar cola, mantener orden y respeto a bordo del avión, y aceptar los precios del bar a bordo sin escandalizarse ni decirle a la paya de turno que sirva las bebidas que ellos las pueden comprar dónde el moro a cincuenta céntimos, y no a dos euros cincuenta.
Lo pienso, me lo imagino, y se me esboza una sonrisa amarga porque por un lado la estampa es simpática pero por otro no puedo evitar sentir cierta pena y frustración por saber que estas gentes no tienen la oportunidad de viajar, que el barrio es toda su realidad, la que mejor conocen y en la que se sienten cómodos. Y fijaos que lo que más pena me produce es precisamente eso, que se trata de una barrera cultural y no económica la que les impide viajar y atreverse a explorar lo desconocido, ante lo desconocido sienten pánico y una inseguridad inhusitada.
Es fácil, y barato realmente, hoy en día tomar un avión, con una conexión a internet y sin seleccionar fechas muy controvertidas puedes volar con compañías como Ryanair por menos de 50 euros. Es un dibero importante para el barrio, pero seguro que podrían asumirlo, no está ahí el problema, no es ese el 'handicup'...
Al fin y al cabo, si nos miramos a nosotros mismos todos tenemos nuestros complejos y a nadie le gusta sentirse inferior en realidades que no conoce o ámbitos que no domina, ¿Cuántos de vosotros se sentirían cómodos en una de esas regatas veraniegas en Mallorca de las que participa el Rey, o asistiendo a una cena de gala con gente de la alta sociedad? Es una comparación absurda pero da que pensar...
Yo que no he estado con el Rey, pero voy cada día a trabajar a San Cosme, me quedo con su gente que casi siempre me parece más "noble" que toda la realeza.
Una de las cosas que más me llama la atención es el contraste que puede llegar a haber entre el barrio y Barcelona, separados por apenas 15 minutos en mi moto, por no hablar entre el barrio y el aeropuerto, a 5 minutos en BUS. Es curioso percatarse de lo difícil que sería para cualquier habitante del barrio viajar en avión mientras el segundo aeropuerto más importante de España se encuentra a 5 minutos de sus casas. A veces lo he pensado, reflexionando sobre lo que supondría para muchos de ellos tomar un avión, viajar a otra ciudad o a otro país, facturar la maleta, embarcar, atender a las instrucciones de seguridad de la azafata, guardar cola, mantener orden y respeto a bordo del avión, y aceptar los precios del bar a bordo sin escandalizarse ni decirle a la paya de turno que sirva las bebidas que ellos las pueden comprar dónde el moro a cincuenta céntimos, y no a dos euros cincuenta.
Lo pienso, me lo imagino, y se me esboza una sonrisa amarga porque por un lado la estampa es simpática pero por otro no puedo evitar sentir cierta pena y frustración por saber que estas gentes no tienen la oportunidad de viajar, que el barrio es toda su realidad, la que mejor conocen y en la que se sienten cómodos. Y fijaos que lo que más pena me produce es precisamente eso, que se trata de una barrera cultural y no económica la que les impide viajar y atreverse a explorar lo desconocido, ante lo desconocido sienten pánico y una inseguridad inhusitada.
Es fácil, y barato realmente, hoy en día tomar un avión, con una conexión a internet y sin seleccionar fechas muy controvertidas puedes volar con compañías como Ryanair por menos de 50 euros. Es un dibero importante para el barrio, pero seguro que podrían asumirlo, no está ahí el problema, no es ese el 'handicup'...
Al fin y al cabo, si nos miramos a nosotros mismos todos tenemos nuestros complejos y a nadie le gusta sentirse inferior en realidades que no conoce o ámbitos que no domina, ¿Cuántos de vosotros se sentirían cómodos en una de esas regatas veraniegas en Mallorca de las que participa el Rey, o asistiendo a una cena de gala con gente de la alta sociedad? Es una comparación absurda pero da que pensar...
Yo que no he estado con el Rey, pero voy cada día a trabajar a San Cosme, me quedo con su gente que casi siempre me parece más "noble" que toda la realeza.
viernes, 27 de abril de 2012
Aeropuertos
Los aeropuertos son lugares que me gustan. Desde que estuviera por primera vez en uno me encantaron, toda la parafernalia que les rodea: el control de seguridad, las facturaciones, las tiendas del duty free... y otras particularidades.
Me gustan porque son lugares de paso, donde se entremezclan gentes de todo tipo, de todos los países, de todas las culturas, y también (cada vez más) de distintos niveles socioeconómicos. Gente que viene, gente que se va, personas alegres y felices ante la llegada inminente de un ser querido o familias y parejas tristes porque alguien se va, también viajeros solitarios.
Hay de todo, o casi. Los aeropuertos son pequeños universos y a mi me entretiene sentarme a mirar la gente que los transeunta, observar su comportamiento, escuchar sus conversaciones sin llegar del todo a saber de qué o de quienes hablan. Se aprende mucho.
La primera vez que estuve en un aeropuerto fue con 18 años y era el de Faro. Mi madre y yo íbamos a tomar un avión de AirLingus para viajar a Dublín a visitar a mi hermano dónde se habia ido por un año sabático a vivir nuevas experiencias y acabó siendo Chef jefe del restaurante más caro y famoso de la ciudad.
No hace tanto tiempo de aquello pero eran otros tiempos. Aún Ryanair no dominaba con la clara supremacía que lo hace ahora las rutas aéreas europeas y era fácil encontrarte en la situación de haber pagado muchísimo más que la pasajera al lado tuyo por haber comprado el billete en agencia de viajes y ella por internet. Era raro en aquel momento comprar algo por internet, hoy lo hemos normalizado bastante, pero en el 2003 aún era extraño y temeroso aventurarse a adquirir alguna cosa on-line y ceder tus datos personales y bancarios para que se efectuase el cobro.
Han cambiado bastantes cosas en los aeropuertos, es cierto; y en la forma de viajar que tenemos hoy día. Pero yo, algunos años después y con bastantes aeropuertos recorridos desde entonces sigo disfrutando de ellos como el primer día, sigo aprendiendo cosas de ver y observar personas ajenas de las que me imagino toda su vida cuando seguramente no vuelva a cruzármelas jamás.
Así son, los aeropuertos.
Me gustan porque son lugares de paso, donde se entremezclan gentes de todo tipo, de todos los países, de todas las culturas, y también (cada vez más) de distintos niveles socioeconómicos. Gente que viene, gente que se va, personas alegres y felices ante la llegada inminente de un ser querido o familias y parejas tristes porque alguien se va, también viajeros solitarios.
Hay de todo, o casi. Los aeropuertos son pequeños universos y a mi me entretiene sentarme a mirar la gente que los transeunta, observar su comportamiento, escuchar sus conversaciones sin llegar del todo a saber de qué o de quienes hablan. Se aprende mucho.
La primera vez que estuve en un aeropuerto fue con 18 años y era el de Faro. Mi madre y yo íbamos a tomar un avión de AirLingus para viajar a Dublín a visitar a mi hermano dónde se habia ido por un año sabático a vivir nuevas experiencias y acabó siendo Chef jefe del restaurante más caro y famoso de la ciudad.
No hace tanto tiempo de aquello pero eran otros tiempos. Aún Ryanair no dominaba con la clara supremacía que lo hace ahora las rutas aéreas europeas y era fácil encontrarte en la situación de haber pagado muchísimo más que la pasajera al lado tuyo por haber comprado el billete en agencia de viajes y ella por internet. Era raro en aquel momento comprar algo por internet, hoy lo hemos normalizado bastante, pero en el 2003 aún era extraño y temeroso aventurarse a adquirir alguna cosa on-line y ceder tus datos personales y bancarios para que se efectuase el cobro.
Han cambiado bastantes cosas en los aeropuertos, es cierto; y en la forma de viajar que tenemos hoy día. Pero yo, algunos años después y con bastantes aeropuertos recorridos desde entonces sigo disfrutando de ellos como el primer día, sigo aprendiendo cosas de ver y observar personas ajenas de las que me imagino toda su vida cuando seguramente no vuelva a cruzármelas jamás.
Así son, los aeropuertos.
jueves, 26 de abril de 2012
I'm gonna change my mind
Siempre he defendido el poder de la mente, el poder que podemos llegar a tener sobre las cosas y el control que podemos llegar a ejercer, primordialmente sobre nuestros pensamientos que influyen directamente en nuestros sentimientos.
Hasta ahí siempre tuve clara la teoría, y no os creais que fue fácil, tuvieron que pasar varios años en mi vida y otro porrón en vidas pasadas para aprender este 'secreto'
Pero ¿Qué pasa cuando tus sentimientos van por libre? ¿Cuando muy a pesar de tus pensamientos y la seguridad en ellos que puedas generar tus sentimientos se rebelan contra ti y van por libre? ¿Cual es entonces el secreto? Estoy en pleno momento de catarsis, en plena fase de metamorfósis y busco respuestas por todas partes a preguntas que nadie entiende, ni siquiera yo. No tengo el control, mi brújula se ha desmagnetizado y la quilla de mi barco anda a la deriva... Pero tengo algo a lo que aferrarme, no quiero naufragar y voy a capear el temporal porque la playa serena y lujuriosa en vegetación que pueda encontrar luego bien vale todos mis esfuerzos.
Mientras, el viento huracanado revuelve mi pelo y todas mis ideas...
Hasta ahí siempre tuve clara la teoría, y no os creais que fue fácil, tuvieron que pasar varios años en mi vida y otro porrón en vidas pasadas para aprender este 'secreto'
Pero ¿Qué pasa cuando tus sentimientos van por libre? ¿Cuando muy a pesar de tus pensamientos y la seguridad en ellos que puedas generar tus sentimientos se rebelan contra ti y van por libre? ¿Cual es entonces el secreto? Estoy en pleno momento de catarsis, en plena fase de metamorfósis y busco respuestas por todas partes a preguntas que nadie entiende, ni siquiera yo. No tengo el control, mi brújula se ha desmagnetizado y la quilla de mi barco anda a la deriva... Pero tengo algo a lo que aferrarme, no quiero naufragar y voy a capear el temporal porque la playa serena y lujuriosa en vegetación que pueda encontrar luego bien vale todos mis esfuerzos.
Mientras, el viento huracanado revuelve mi pelo y todas mis ideas...
miércoles, 18 de abril de 2012
Perrocialización
Ayer Marc y yo dábamos un paseo por Plaza España y el Paseo María Cristina de Barcelona, acabamos en los Interiores del recinto del Teatre Lliure. Es un rincón de la ciudad que recomiendo encarecidamente por la belleza, paz y magnificencia que transmite. Entonces... descubrimos la perrocialización.
Había más gente en esa plaza que había salido a dar un paseo nocturno al igual que nosotros pero iban solos y con su perro, al final se iban juntando todos en un espacio concreto; mientras sus perros jugaban y correteaban, ellos aprovechaban el espacio y el momento para compartir una conversación, unas risas y un momento de distención después de una probable dura jornada laboral.
Y de eso me habló Marc, de todos los barrios en los que había vivido a lo largo de su vida y de todas las ocasiones en las que habías tenido oportunidad de observar este hecho: vecinos que salen a pasear sus mascotas, gente que probablemente vive sóla, que son de otras partes y confluyen en la gran ciudad y encuentran en esa rutina de cuidado y amor a sus perros un espacio personal donde conocen a otros vecinos, intercambian palabras, historias, experiencias y se produce la magia del ser humano conviviendo en sociedad.
A pesar de que nuestras ciudades parecen estar cada vez más deshumanizadas, tuvieron que ser los animales, nuestras mascotas, las que nos perrocializaran...
Había más gente en esa plaza que había salido a dar un paseo nocturno al igual que nosotros pero iban solos y con su perro, al final se iban juntando todos en un espacio concreto; mientras sus perros jugaban y correteaban, ellos aprovechaban el espacio y el momento para compartir una conversación, unas risas y un momento de distención después de una probable dura jornada laboral.
Y de eso me habló Marc, de todos los barrios en los que había vivido a lo largo de su vida y de todas las ocasiones en las que habías tenido oportunidad de observar este hecho: vecinos que salen a pasear sus mascotas, gente que probablemente vive sóla, que son de otras partes y confluyen en la gran ciudad y encuentran en esa rutina de cuidado y amor a sus perros un espacio personal donde conocen a otros vecinos, intercambian palabras, historias, experiencias y se produce la magia del ser humano conviviendo en sociedad.
A pesar de que nuestras ciudades parecen estar cada vez más deshumanizadas, tuvieron que ser los animales, nuestras mascotas, las que nos perrocializaran...
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