viernes, 27 de abril de 2012

Aeropuertos

Los aeropuertos son lugares que me gustan. Desde que estuviera por primera vez en uno me encantaron, toda la parafernalia que les rodea: el control de seguridad, las facturaciones, las tiendas del duty free... y otras particularidades.

Me gustan porque son lugares de paso, donde se entremezclan gentes de todo tipo, de todos los países, de todas las culturas, y también (cada vez más) de distintos niveles socioeconómicos. Gente que viene, gente que se va, personas alegres y felices ante la llegada inminente de un ser querido o familias y parejas tristes porque alguien se va, también viajeros solitarios.

Hay de todo, o casi. Los aeropuertos son pequeños universos y a mi me entretiene sentarme a mirar la gente que los transeunta, observar su comportamiento, escuchar sus conversaciones sin llegar del todo a saber de qué o de quienes hablan. Se aprende mucho.

La primera vez que estuve en un aeropuerto fue con 18 años y era el de Faro. Mi madre y yo íbamos a tomar un avión de AirLingus para viajar a Dublín a visitar a mi hermano dónde se habia ido por un año sabático a vivir nuevas experiencias y acabó siendo Chef jefe del restaurante más caro y famoso de la ciudad.

No hace tanto tiempo de aquello pero eran otros tiempos. Aún Ryanair no dominaba con la clara supremacía que lo hace ahora las rutas aéreas europeas y era fácil encontrarte en la situación de haber pagado muchísimo más que la pasajera al lado tuyo por haber comprado el billete en agencia de viajes y ella por internet. Era raro en aquel momento comprar algo por internet, hoy lo hemos normalizado bastante, pero en el 2003 aún era extraño y temeroso aventurarse a adquirir alguna cosa on-line y ceder tus datos personales y bancarios para que se efectuase el cobro.

Han cambiado bastantes cosas en los aeropuertos, es cierto; y en la forma de viajar que tenemos hoy día. Pero yo, algunos años después y con bastantes aeropuertos recorridos desde entonces sigo disfrutando de ellos como el primer día, sigo aprendiendo cosas de ver y observar personas ajenas de las que me imagino toda su vida cuando seguramente no vuelva a cruzármelas jamás.

Así son, los aeropuertos.

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