Cuando yo llegué a Barcelona, hace ya más de dos años y ciertos meses, días y horas que van pasando inexorablemente unas tras otra habían muchas cosas que yo no me podía imaginar.
En ese momento fue una decisión de riesgo, una carta a la que me lo apostaba todo. En Huelva ya había establecido mi vida después de haber rulado antes por el mundo y descubrir que sin ser chovinista mi tierra era lo mejor que había visto nunca. Ahí estaban mis mejores amigos, la gente más auténtica que nunca he conocido, los paisajes más absorventes, los sueños que vuelan más alto, los cielos más azules, tenía un trabajo precioso en la emisora de la radio de la Universidad de Huelva, no paraba de hacer cosas que me reportaban placer y satisfacción en todos los ámbitos de mi vida y aun así, me faltaba algo.
Uno con el tiempo (después de un tiempo) descubre que la felicidad no está en cosas ajenas, ni lo que uno busca de la vida lo va a encontrar en cualquier otro lugar del mundo, simplemente está en tí, dentro de lo más profundo de tu ser, la felicidad la construyes o la alejas de tu vida tú mismo. Simplemente con el tiempo lo aprendí y cada día soy más feliz, no porque haga unas cosas u otras, no porque conozca a unos o a otros, no porque tenga ciertas cosas o no, simplemente lo soy porque cada día me conozco mejor, porque cada día me llevo mejor conmigo mismo, porque cada vez el cielo me parece más ancho y limpio y yo soy capaz de atravesarlo en vuelos rasantes.
Aquí en Barcelona viví algunas de las mejores cosas que me han pasado, conocí algunas de las personas que más quiero, redescubrí a mi primo del alma pero también me me sucedieron algunos de los capítulos más oscuros de mi corta existencia. Como dice un amigo: "no vivir intensamente no es vivir, solo es existir". Lo importante es permanecer receptivo para poder entender y leer todos los mensajes que la vida nos quiere transmitir.
Por lo que vendrá, siempre estoy dispuesto a levantar mi copa, brindar, y continuar VIVIENDO
1 comentario:
Hay mucho cielo aún
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